He de decir, antes de nada, que soy una persona que se
agobia con demasiada facilidad, por banal que sea el problema. Por eso, estas
últimas semanas podrían considerarse una Odisea para mí. Una montaña rusa en la
que la mayor parte del recorrido he temido por que el carrito, falto de
seguridad, volcase.
“¿Te vas de Erasmus? Verás, te va a encantar, te lo pasaras
genial, será el mejor año de tu vida pero el
primer mes será muy duro”. Y no
lo discuto. Hasta la fecha, estas tres semanas que he pasado viviendo en un
país diferente, en una ciudad cosmopolita y escuchando tres y hasta cuatro
idiomas que no son el mío cada día, ha sido la mejor experiencia que me podía
haber brindado la vida; pero al mismo tiempo, la más difícil de sobrellevar. Es
por eso que he decidido relatar mis aventuras por Europa con el fin de que, en
un futuro, algún que otro novato Erasmus pueda hacer uso de mi escasa
sabiduría.
En primer lugar, y lo más importante: no estás en España,
abrígate. De Pirineos para arriba hace frío. Mucho.
Segundo. Está muy bien lo de conocer españoles que te salven
el culo cuando no sepas qué bus coger a la uni; pero habla con gente de allí, que si no las va a pasar putas para pedir una cerveza.
Tercero. Asegúrate y, quiero recalcar, asegúrate, de que el lugar en el que vas a vivir está bien, tiene
todas las comodidades y facilidades que vayas a necesitar, esta limpio es
decente y legal (sí, esto último es
importante). Al fin y al cabo vas a pasar allí una buena temporada y creeme, ya
vas a tener suficiente echando de menos la tortilla de patatas de mamá como
para pensar en qué mierda de sitio te has metido.
Cuarto, muévete. No me refiero a hacer ejercicio (que
también, perro). Sino a que encuentres un modo de moverte por la ciudad/pueblo
asequible, desde abono transporte a bici. Y ya que te mueves, vete a ver
sitios, que el bar de la esquina está muy bien pero no lo es todo.
Quinto. Ve a clase desde el primer día. Seamos honestos, vas
a faltar a clase como un capullo, pero puestos que vas a faltar, no faltes el
primer día. Entérate de que va el asunto, cómo es el profesor, dónde es la
clase. Lo básico. Que no te etiqueten de primeras.
Sexto. Fóllatelo todo. Y a todos. Ojo, si estás comprometido,
cuidado, que tener pareja de Erasmus está muy bien y funciona si los dos
queréis. Pero si estas soltero, completa el mapa de Europa. Si no, has
fracasado.
Séptimo. No compres en 24 horas. Vete a un súper y haz una
compra grande para bastante tiempo porque si no te dejas el sueldo en botellas
de ron.
Octavo. Si no fumas no empieces. Si fumas, déjalo. Bueno, se
que esto último es difícil, así que si no estás dispuesto a dejarlo, compra por
lo menos tabaco de liar. Dura más, cuesta menos que en España. Ah, Europa.
Noveno. Hazte cuentas donde vayas. Con cuentas me refiero a
cuenta bancaria, porque si no las comisiones te sangran; ten número de teléfono
en el país en el que estés y regístrate en el ayuntamiento. Sé legal.
Décimo (y último). Llévate solo lo que de verdad vayas a usar. Tienes límite de equipaje y peso, no
llenes la maleta de mierdas que TODOS sabemos que no vas a usar.
Esto es lo que he aprendido hasta la fecha de la vida del
Erasmus. Espero que no esté ni a la mitad de camino de todo lo que me queda por
aprender y que a alguien le resulte útil o que por lo menos sepa lo mal que lo
estoy pasando. No te das cuenta lo buena que está la comida de tu madre hasta
que te falta y lo maravilloso que es el arte de hacer botellón cuando no
puedes.
Firmado:
Una chica perdida en Bruselas.