miércoles, 7 de octubre de 2015

Guía Erasmus

He de decir, antes de nada, que soy una persona que se agobia con demasiada facilidad, por banal que sea el problema. Por eso, estas últimas semanas podrían considerarse una Odisea para mí. Una montaña rusa en la que la mayor parte del recorrido he temido por que el carrito, falto de seguridad, volcase.
“¿Te vas de Erasmus? Verás, te va a encantar, te lo pasaras genial, será el mejor año de tu vida pero el primer mes será muy duro”. Y no lo discuto. Hasta la fecha, estas tres semanas que he pasado viviendo en un país diferente, en una ciudad cosmopolita y escuchando tres y hasta cuatro idiomas que no son el mío cada día, ha sido la mejor experiencia que me podía haber brindado la vida; pero al mismo tiempo, la más difícil de sobrellevar. Es por eso que he decidido relatar mis aventuras por Europa con el fin de que, en un futuro, algún que otro novato Erasmus pueda hacer uso de mi escasa sabiduría.
En primer lugar, y lo más importante: no estás en España, abrígate. De Pirineos para arriba hace frío. Mucho.
Segundo. Está muy bien lo de conocer españoles que te salven el culo cuando no sepas qué bus coger a la uni; pero habla con gente de allí, que si no las va a pasar putas para pedir una cerveza.
Tercero. Asegúrate y, quiero recalcar, asegúrate, de que el lugar en el que vas a vivir está bien, tiene todas las comodidades y facilidades que vayas a necesitar, esta limpio es decente y legal (sí, esto último es importante). Al fin y al cabo vas a pasar allí una buena temporada y creeme, ya vas a tener suficiente echando de menos la tortilla de patatas de mamá como para pensar en qué mierda de sitio te has metido.
Cuarto, muévete. No me refiero a hacer ejercicio (que también, perro). Sino a que encuentres un modo de moverte por la ciudad/pueblo asequible, desde abono transporte a bici. Y ya que te mueves, vete a ver sitios, que el bar de la esquina está muy bien pero no lo es todo.
Quinto. Ve a clase desde el primer día. Seamos honestos, vas a faltar a clase como un capullo, pero puestos que vas a faltar, no faltes el primer día. Entérate de que va el asunto, cómo es el profesor, dónde es la clase. Lo básico. Que no te etiqueten de primeras.
Sexto. Fóllatelo todo. Y a todos. Ojo, si estás comprometido, cuidado, que tener pareja de Erasmus está muy bien y funciona si los dos queréis. Pero si estas soltero, completa el mapa de Europa. Si no, has fracasado.
Séptimo. No compres en 24 horas. Vete a un súper y haz una compra grande para bastante tiempo porque si no te dejas el sueldo en botellas de ron.
Octavo. Si no fumas no empieces. Si fumas, déjalo. Bueno, se que esto último es difícil, así que si no estás dispuesto a dejarlo, compra por lo menos tabaco de liar. Dura más, cuesta menos que en España. Ah, Europa.
Noveno. Hazte cuentas donde vayas. Con cuentas me refiero a cuenta bancaria, porque si no las comisiones te sangran; ten número de teléfono en el país en el que estés y regístrate en el ayuntamiento. Sé legal.
Décimo (y último). Llévate solo lo que de verdad vayas a usar. Tienes límite de equipaje y peso, no llenes la maleta de mierdas que TODOS  sabemos que no vas a usar.
Esto es lo que he aprendido hasta la fecha de la vida del Erasmus. Espero que no esté ni a la mitad de camino de todo lo que me queda por aprender y que a alguien le resulte útil o que por lo menos sepa lo mal que lo estoy pasando. No te das cuenta lo buena que está la comida de tu madre hasta que te falta y lo maravilloso que es el arte de hacer botellón cuando no puedes.
Firmado:

Una chica perdida en Bruselas. 

martes, 1 de septiembre de 2015

Dudas y nervios.


Tan solo acabo de hacer un esbozo de lo que será mi pesado equipaje en el viaje que me espera en apenas medio mes y las dudas y miedo me asaltan a cada segundo. No me siento preparada mental ni espiritualmente para lo que esta aventura supone. Siento que me queda grande, como la mayoría de las situaciones a las que me veo obligada a enfrentarme en mi rutina pero esta vez es diferente. En otras ocasiones una pequeña parte de mí, dentro, muy al fondo parece gritarme con sus últimas fuerzas "No te preocupes, no pienses tanto, hazlo y todo saldrá bien. Siempre lo haces" pero esta vez, ese pequeño Pepito Grillo que me daba ánimos en mis momentos de duda parece que sigue de vacaciones en algún lugar soleado y con playa (y sin cobertura).
Después de días de pensar y pensar  planificar hasta el más mínimo detalle, no se qué estallará antes si mi cabeza o mi sobrecargada maleta. Pero tampoco se qué me aterra más: irme a un  lugar donde no conozco a nadie, donde no se hablar el idioma y probablemente me muera de hambre, donde el casero me recuerda a un estafador que se aprovecha de los pobres turistas que, ingenuos se dejan engañar y donde el clima me dejará el pelo hecho un desastre; o pasar 10 meses de mi vida alejada de todo lo que conozco, amigos, familia y la persona que más me importa en este caótico mundo. Supongo que a estas alturas no tengo ni idea de nada.
No soporto la idea de pasarme tanto tiempo alejada de mi vida. Dejarlo todo atrás y sacarme las castañas del fuego yo sola sin más ayuda que lo que vaya aprendiendo por el camino.
Por no hablar de la universidad y las clases. Si ya me cuesta aprobar con notas mediocres clases en mi propio idioma, no sé cómo me las apañaré para aprobar en una universidad de verdad, grande, con su campus y sus montones de alumnos y profesores donde hablan un idioma que a mí me suena a vaca regurgitando.
Dejando miedos a parte, siento curiosidad por cómo será aquello. Una ciudad nueva donde nadie me conoce y donde puedo ser quien yo quiera. Sin miedos. Sin expectativas. Sin presiones. 
Y es que mi vida estos últimos meses se divide en las ganas exorbitantes que me inundan por viajar y ver lugares nuevos y el miedo que ello supone. Dejar todo atrás, no ver a personas que está ahí día a día, personas que hacen que mi existencia en este planeta sea más llevadera y ligera. Personas que me hacen sentir única. Personas que me comprenden al cien por cien. Que me entienden. Que comparten mis miedos e inquietudes y que tienen las mismas ganas que yo de vivir.
Y que sin miedo a lo desconocido una aventura no sería "aventura".