martes, 1 de septiembre de 2015

Dudas y nervios.


Tan solo acabo de hacer un esbozo de lo que será mi pesado equipaje en el viaje que me espera en apenas medio mes y las dudas y miedo me asaltan a cada segundo. No me siento preparada mental ni espiritualmente para lo que esta aventura supone. Siento que me queda grande, como la mayoría de las situaciones a las que me veo obligada a enfrentarme en mi rutina pero esta vez es diferente. En otras ocasiones una pequeña parte de mí, dentro, muy al fondo parece gritarme con sus últimas fuerzas "No te preocupes, no pienses tanto, hazlo y todo saldrá bien. Siempre lo haces" pero esta vez, ese pequeño Pepito Grillo que me daba ánimos en mis momentos de duda parece que sigue de vacaciones en algún lugar soleado y con playa (y sin cobertura).
Después de días de pensar y pensar  planificar hasta el más mínimo detalle, no se qué estallará antes si mi cabeza o mi sobrecargada maleta. Pero tampoco se qué me aterra más: irme a un  lugar donde no conozco a nadie, donde no se hablar el idioma y probablemente me muera de hambre, donde el casero me recuerda a un estafador que se aprovecha de los pobres turistas que, ingenuos se dejan engañar y donde el clima me dejará el pelo hecho un desastre; o pasar 10 meses de mi vida alejada de todo lo que conozco, amigos, familia y la persona que más me importa en este caótico mundo. Supongo que a estas alturas no tengo ni idea de nada.
No soporto la idea de pasarme tanto tiempo alejada de mi vida. Dejarlo todo atrás y sacarme las castañas del fuego yo sola sin más ayuda que lo que vaya aprendiendo por el camino.
Por no hablar de la universidad y las clases. Si ya me cuesta aprobar con notas mediocres clases en mi propio idioma, no sé cómo me las apañaré para aprobar en una universidad de verdad, grande, con su campus y sus montones de alumnos y profesores donde hablan un idioma que a mí me suena a vaca regurgitando.
Dejando miedos a parte, siento curiosidad por cómo será aquello. Una ciudad nueva donde nadie me conoce y donde puedo ser quien yo quiera. Sin miedos. Sin expectativas. Sin presiones. 
Y es que mi vida estos últimos meses se divide en las ganas exorbitantes que me inundan por viajar y ver lugares nuevos y el miedo que ello supone. Dejar todo atrás, no ver a personas que está ahí día a día, personas que hacen que mi existencia en este planeta sea más llevadera y ligera. Personas que me hacen sentir única. Personas que me comprenden al cien por cien. Que me entienden. Que comparten mis miedos e inquietudes y que tienen las mismas ganas que yo de vivir.
Y que sin miedo a lo desconocido una aventura no sería "aventura".