Tan solo acabo de hacer un esbozo de lo que será mi pesado
equipaje en el viaje que me espera en apenas medio mes y las dudas y miedo me
asaltan a cada segundo. No me siento preparada mental ni espiritualmente para
lo que esta aventura supone. Siento que me queda grande, como la mayoría de las
situaciones a las que me veo obligada a enfrentarme en mi rutina pero esta vez
es diferente. En otras ocasiones una pequeña parte de mí, dentro, muy al fondo
parece gritarme con sus últimas fuerzas "No te preocupes, no pienses
tanto, hazlo y todo saldrá bien. Siempre lo haces" pero esta vez, ese
pequeño Pepito Grillo que me daba ánimos en mis momentos de duda parece que
sigue de vacaciones en algún lugar soleado y con playa (y sin cobertura).
Después de días de pensar y pensar planificar hasta el
más mínimo detalle, no se qué estallará antes si mi cabeza o mi sobrecargada
maleta. Pero tampoco se qué me aterra más: irme a un lugar donde no
conozco a nadie, donde no se hablar el idioma y probablemente me muera de
hambre, donde el casero me recuerda a un estafador que se aprovecha de los
pobres turistas que, ingenuos se dejan engañar y donde el clima me dejará el
pelo hecho un desastre; o pasar 10 meses de mi vida alejada de todo lo que
conozco, amigos, familia y la persona que más me importa en este caótico mundo.
Supongo que a estas alturas no tengo ni idea de nada.
No soporto la idea de pasarme tanto tiempo alejada de mi
vida. Dejarlo todo atrás y sacarme las castañas del fuego yo sola sin más ayuda
que lo que vaya aprendiendo por el camino.
Por no hablar de la universidad y las clases. Si ya me cuesta
aprobar con notas mediocres clases en mi propio idioma, no sé cómo me las
apañaré para aprobar en una universidad de verdad, grande, con su campus y sus
montones de alumnos y profesores donde hablan un idioma que a mí me suena a
vaca regurgitando.
Dejando miedos a parte, siento curiosidad por cómo será
aquello. Una ciudad nueva donde nadie me conoce y donde puedo ser quien yo
quiera. Sin miedos. Sin expectativas. Sin presiones.
Y es que mi vida estos últimos meses se divide en las ganas
exorbitantes que me inundan por viajar y ver lugares nuevos y el miedo que ello
supone. Dejar todo atrás, no ver a personas que está ahí día a día, personas
que hacen que mi existencia en este planeta sea más llevadera y ligera.
Personas que me hacen sentir única. Personas que me comprenden al cien por
cien. Que me entienden. Que comparten mis miedos e inquietudes y que tienen las
mismas ganas que yo de vivir.
Y que sin miedo a lo desconocido una aventura no sería
"aventura".